miércoles, 8 de febrero de 2012

Vinicius de Moraes


Marcus Vinícius da Cruz de Melo Moraes, nació en 1913 en el barrio de La Gavea, Río de Janeiro, dentro de una familia aficionada a la música. Comenzó por escribir poesía y ya a los 14 años, compuso, con los hermanos Tapajós, el fox "Rubias o morenas". Completó sus estudios de leyes, pero nunca ejerció de abogado, en cambio publicó un libro de poemas y se dedicó a la crítica de cine. Obtuvo en 1938 una beca para estudiar literatura en Oxford, pero debió regresar al comenzar la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente se unió al cuerpo diplomático de Brasil en Los Ángeles como vicecónsul y en esa ciudad conoció a Carmen Miranda, de la que ofició como secretario. La muerte de su padre en 1950 lo hizo regresar y en 1953 se trasladó a Francia como segundo secretario de la embajada brasileña hasta 1956, dando origen al mito que atendía los asuntos diplomáticos en bares cercanos a la embajada.

Mientras se hallaba en Francia, su obra teatral "Orfeu da Conceição" obtuvo el primer premio en un certamen organizado como parte de los festejos del Cuarto Centenario de São Paulo. Buscando un músico para esta obra conoció en 1956 a Tom Jobim, dando inicio a la dupla más fecunda de la música brasileña. La obra teatral fue llevada al cine por Marcel Camus en 1959 con el título "Orfeo Negro". La banda de sonido del film incluye temas históricos como los compuestos por Luiz Bonfá y Antonio María ("Mañana de Carnaval" y "Samba de Orfeo") y los que aportaron Jobim y Vinicius: "La felicidad", "Nuestro Amor" y "Si todos fuesen iguales a ti". Orfeo Negro ganó el Oscar a la mejor película extranjera y la Palma de Oro en Cannes.


La asociación entre Vinícius y Tom, a la que se sumó João Gilberto en guitarra y voz, dio origen a la Bossa Nova con "Chega de Saudade", grabada en 1958. Pero el máximo éxito llegó en 1962: Heloísa Menezes Paes Pinto era entonces una hermosa adolescente que vivía en la calle Montenegro, en Ipanema. En la esquina de Montenegro y Prudente de Morais se hallaba el bar 'Veloso', donde solía reunirse con Tom. Heloísa, que pasaba por la vereda del bar rumbo a la playa,  sin saberlo fue la inspiración para que compusieran una canción, originalmente llamada "Menina que Passa" y luego "Garota de Ipanema". Hoy el bar lleva el nombre del tema, la calle Montenegro se llama Vinícius de Moraes y la canción es un símbolo de Brasil.

A mediados de 1968, durante una escalada de protestas contra su régimen, el Mariscal Costa e Silva dijo al canciller Magalhaes Pinto "Vinicius de Moraes… destituya a ese vagabundo". El acto institucional que cumplió la orden del dictador, justificaba las destituciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores como una medida moralizadora para purgar el servicio público de "corruptos, homosexuales y borrachos". Según contó Marcelo Dantas, Vinicius se enteró de su destitución en Buenos Aires y amigos que fueron a recibirlo al aeropuerto de Río, lo vieron descender del avión con una botella de whisky y una pancarta diciendo, para disipar malentendidos: ¡Eu, sou bêbado! (¡Yo, soy borracho!). Entonces pudo dedicar todo su tiempo a la poesía.

sábado, 4 de febrero de 2012

Javier Reverte



Lleva viajando muchos años, conociendo gente y plasmando todas sus experiencias, tanto en libros como en periodismo. Un encuentro con él es huir de la monotonía y conocer los paisajes que le fascinaron.

¿Qué fuerza interior impulsa a viajar?

Muchos piensan que un viaje se realiza para huir de algo, y yo mantengo esa teoría. Uno huye de la monotonía de la vida cotidiana, ya lo decía Graham Greene "Escribir un libro o viajar permiten huir de la rutina diaria, del miedo al futuro". Coincido plenamente con él. La otra causa que nos impulsa a viajar es el conocimiento: la curiosidad y el saber son el motor de muchos viajeros. Lo ideal sería conjugar las dos cosas, abandonar la monotonía cotidiana y el intercambiar experiencias con otras culturas que ven la vida de forma diferente. Viajar amplía mucho el horizonte de miras y acaba con algunos dogmas.

¿Cuál es la diferencia entre un viajero y un turista?

La principal diferencia es el tiempo. El viajero tiene más tiempo, no está encajonado por una fecha de vuelta, otra diferencia es que el viajero no tiene planificada la ruta detalladamente y se abandona al azar. El turista ya tiene un programa hecho en un tiempo concreto y sabe de antemano lo que va a ver. El viajero busca e imagina.

¿Qué sensación le produce el ver que hay turistas fotografiándolo todo a todas horas?

Yo viajo siempre con una cámara fotográfica, pero no la utilizo mucho. Me gusta recoger momentos que pueden completar mis reportajes. Por ejemplo, las dos portadas de mis libros sobre África son mías. En cuanto al turista fotógrafo pienso que muchos ven los países a través del encuadre de un visor y van como comprando todo lo que encuentran.

¿Cómo es la opción de viajar en solitario?

Para mí es mucho mejor viajar solo, incluso en situaciones de previsible peligro. El viaje en solitario proporciona una sensación enorme de libertad, al decidir lo que vas a hacer ese día o esa noche sin tener que llegar a un consenso.

Me imagino que entonces decides convertir esa experiencia en lo que se denomina literatura de viajes. ¿Cómo se realiza la transición de viajero al escritor?

Mis viajes siempre los hago con un cuaderno de notas, en él apunto ideas mientras las personas se acercan y comienzan a contarme cosas. Ya no sé si viajo para escribir o escribo para viajar, no puedo hacer una cosa sin la otra. Escribir es como ralentizar el tiempo, como lo apuntó Graham Greene. Antes de iniciar un viaje me documento y leo mucho sobre la zona, luego en el lugar tomo notas que por las noches paso a un bloc más grande e incluyo las reflexiones del día. En España, retomo esas anotaciones y les doy estilo literario.

¿De dónde te viene la llamada de África?

Con los continentes te encaprichas, y los amas igual que a las mujeres. Nadie sabe muy bien por qué. Antes de ir a África, pasé mucho tiempo en Centroamérica enviando reportajes periodísticos. En aquel periodo convulso me cautivó el calor de su gente que vivía al borde del abismo. La fascinación por África me viene de la infancia y creo, como Hemingway, que África nos devuelve a la niñez. Es el continente literario por excelencia, muchas aventuras que Hollywood las trasladó al cine sucedían en África, por eso yo soñaba con ir allí. En mi libro Vagabundo en África he seguido a “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, por el río Congo. La imaginación es una forma creativa de ordenar la experiencia, y África es la prueba de esa verdad literaria.

¿Para descubrir esos mundos son útiles los libros de guías, o es mejor llevar libros de viaje alusivos a las zonas a recorrer?

En general, una guía tiene una información que caduca. En países africanos, las informaciones sobre rutas y otras cuestiones fundamentales pueden cambiar por una guerra o una catástrofe natural. Yo leo en casa, tomo nota de datos fundamentales y me llevo las reflexiones. Ahora mismo, estoy preparando un libro sobre Grecia y Turquía y me he interesado en saber como las descubrió Henry Miller hace mucho.

¿Qué tipo de literatura recomendarías para viajar con la imaginación?

Hay muchos libros, pero si he de señalar alguno me inclinaría por “El coloso de Maroussi” de Henry Miller; “Viaje al Congo” de André Gide; “Vía de escape” de Graham Greene y cualquiera de Manuel Leguineche, un artista del género, por ejemplo: “El camino más corto”.

viernes, 3 de febrero de 2012

Manuel Leguineche


Manuel Leguineche es un vasco, de Vizcaya, nacido en 1941. Ha estudiado derecho en la Universidad de Madrid y letras en la de Valladolid. Fue director de una agencia de noticias y su extensa obra es conocida por lectores que aprecian tanto la seriedad como la valentía de no ampararse jamás en el sobreentendido ni en el lugar común.

De un inmenso país como es Rusia, no es extraño que un escritor avisado y viajero impenitente como Leguineche pudo decir que su historia es la de sus ríos y conscientemente quiso profundizar realizando un crucero fluvial por el Volga ya que afirma, categóricamente, que sin él Rusia no existe. “Madre Volga” es el título del libro que publica el relato de su periplo a bordo del paquebote Serge Esenin, donde descubre el país desde una perspectiva muy distinta que si hubiera realizado el viaje por tierra.

La visión desde la baranda del barco indica todavía un mundo ordenado, aunque ajado y venido a menos, pero en su sitio. Con la compañía de sus contertulios, tres rusos de distintos caracteres y menos nostálgicos, contempla diversas ciudades y pueblos, cada uno de los cuales asocia, sobre todo, a sus literatos porque ningún otro país del mundo vive como Rusia los fantasmas de sus poetas y escritores.

La descripción de Nizhni Novgorod, que en la época soviética fue Gorki es un homenaje al escritor, pero trae a colación el recuerdo de Sajárov; así como la epopeya de Stalingrado, al paso de la actual Volgogrado, es evocación al siempre omnipresente Stalin. Para Leguineche viajar en crucero es lento, pero no por ello el viaje carece de sorpresas y momentos atractivos: desde la convivencia a bordo del barco a la circunstancia de poder poner unas flores en la tumba de Boris Pasternak al paso por Peredelkino. Con el autor llegamos a la conclusión de que el río bien merece el título de la obra… es que hay accidentes geográficos que parecen ser mucho más que un capricho de la naturaleza.

jueves, 2 de febrero de 2012

Benito Quinquela Martín



El 21 de marzo de 1890, un niño de unas tres semanas es dejado en la Casa de Expósitos de Buenos Aires, con una nota que decía: ¨Este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín¨ junto a él la mitad de un pañuelo bordado.

No fue reclamado y a los seis años lo adoptó el humilde matrimonio iletrado de un carbonero genovés y una entrerriana: Manuel Chinchella y Justina Molina criaron a Benito con amor responsable. Después de tres años de escuela primaria, debe dejar los estudios para ayudar en la carbonería, pero su sed de conocimientos continúa: a los dieciséis años ingresa a la Sociedad Unión de La Boca, donde por la noche aprende dibujo y pintura. Al mismo tiempo lee todo lo que puede. Desarrolla su intelecto y comprende que el paisaje que lo rodea se le hace carne, obsesión y sentido de su obra. En 1916 una revista le dedica un artículo, “El Carbonero”, donde se describe con admiración la pintura de ese joven humilde, de un barrio luchador. Después vendrán el primer comprador, el reconocimiento de artistas y funcionarios, exposiciones, viajes y sobre todo la confirmación de su estética.

Cuando cumplió veintinueve años cambió la grafía de su nombre debido a que le decían burlonamente "chinche" y los genoveses lo pronunciaban Quinquela, castellanizando el nombre de su padre adoptivo y usando uno de sus nombres de bautismo como apellido. Completó su formación autodidacta a través de lecturas: el libro "El Arte" del escultor francés Rodin lo llevó a dedicar su vida a la creación artística. Cuando cumple 20 años expone por primera vez y se le diagnostica un principio de tuberculosis, buscando los purificadores aires de Córdoba para curar su enfermedad. Allí realiza una serie de paisajes y a los seis meses retorna convencido que debe reflejar su ambiente, es decir pintar su aldea: el barrio de La Boca. Para sus detractores basta el dictamen del Museo del Louvre, que después de estudiar su estilo, lo califica “quinquelismo” por carecer de analogías para definirlo.


Los viajes a través de todo el mundo se suceden, sus cuadros pasan a formar parte del patrimonio de los museos, recibe homenajes y es distinguido por personalidades. Pero decide volver al puerto donde echará el ancla para siempre: La Boca .A partir de allí comenzará su obra filantrópica. Su condición de filántropo lo llevó a comprar los mejores terrenos para construir una escuela para mil niños, un lactario donde dieron alimento a los niños abandonados, una escuela de artes gráficas para que se especializaran los niños del barrio y un instituto odontológico modelo, además del Teatro de la Ribera. Murió en 1977 y su cuerpo fue depositado en el ataúd que él mismo pintó en 1958 de color amarillo limón, verde y azul suave. Un camión de los Bomberos Voluntarios de La Boca lo trasladó hasta el cementerio de la Chacarita.